Somos Tomodachi Primavera de 2017
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32Malasia ha adoptado una política de “mirar al este” que implica aprender de los países desarrollados de Asia Oriental, y todos los años unos doscientos malasios vienen a estudiar a Japón. Yo mismo tuve la oportunidad de estudiar en la Universidad Ritsumeikan de la prefectura de Shiga en 1999. Tras regresar a Malasia trabajé para una empresa japonesa y dirigí la Asociación de Alumnos de la Política de Mirar al Este (ALEPS, por sus siglas en inglés). A través de esta asociación conocí el programa JET, al que me apunté para disfrutar de la experiencia de trabajar en Japón. Fue así como volví a Japón, esta vez para ejercer de coordinador de relaciones internacionales (CIR, por sus siglas en inglés) en la ciudad de Hioki, de la prefectura de Kagoshima.Hioki es una ciudad rebosante de atractivos naturales: mar, montañas, ríos y lagos. Posee una tranquilidad que me recuerda a mi ciudad natal en el estado malasio de Pahang, y me parece un lugar muy agradable para vivir. Como CIR, visito escuelas y centros comunitarios para hablar de temas como la cultura y las costumbres de Malasia. Tal vez por influencia de los medios de comunicación, a veces me hacen preguntas sobre el islam que revelan concepciones equivocadas. Pero considero esas ocasiones buenas oportunidades para explicar la verdadera religión islámica, así que hablo de su espíritu pacífico, sus estrictos preceptos y otros aspectos. Todos me escuchan con gran interés e intentan comprender mis explicaciones, por lo que estas sesiones son increíblemente gratificantes. Las clases de cocina en que preparamos platos malasios también tienen muy buena acogida.Al mismo tiempo lucho por entender mejor la cultura japonesa. Me he percatado de que Japón y Malasia tienen muchas costumbres en común. Familiares y parientes pasan el Año Nuevo juntos, y los invitados se tratan con gran hospitalidad en ambos países. Sin embargo, la cultura samurái japonesa es única. Hioki tiene muchos actos tradicionales; participé en uno, el festival Myo¯enji Mairi, en que la gente desfila por la ciudad vestida con armaduras tradicionales. La armadura que llevaban los samuráis en el pasado era muy robusta y pesada, y al intentar andar con ella casi me caigo por el peso. Pero, animado por los vítores del público, logré completar la caminata. Participar en ese acto con los lugareños me brindó una experiencia real y directa de la cultura samurái de Japón.Dentro de poco termina mi temporada como CIR, pero me gustaría quedarme viviendo en Japón un poco más. Y, cuando regrese a Malasia, quiero escribir un libro para compartir mis experiencias en Japón con mis compatriotas. Malasia todavía tiene mucho que aprender de Japón: de la diligencia de los japoneses, por supuesto, pero también de la seriedad, el compromiso absoluto y la atención por el detalle de los que hacen gala en su vida y en su espíritu de servicio. Transmitiendo estas características espero compensar a mi país por haberme ofrecido la oportunidad de venir a Japón.Ejercer de intermediario para los intercambios entre Malasia y JapónMuhamad Syukri Bin GhazaliNacido en Malasia. Trabaja como coordinador de relaciones internacionales en Hioki (prefectura de Kagoshima) desde agosto de 2013. Cuando estudiaba primaria, la serie televisiva japonesa Oshin era famosísima en Malasia. Hondamente impresionado por la tenacidad de los japoneses, decidió visitar Japón.Serie: El programa JET

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