Somos Tomodachi Otoño / Invierno de 2015
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24“Gracias a Dios que no llegamos demasiado tarde”. Yo¯hei Imai dice que se siente aliviado cada vez que su equipo extrae una mina antipersona del suelo camboyano. Tras su reacción se esconde el recuerdo de algo que sucedió al poco de llegar a Camboya: un tractor remolque pisó una mina cerca de donde trabajaba, y murieron los 14 miembros de una familia. “Me apenó terriblemente que una sola mina fuera capaz de borrar las sonrisas de una familia entera y arrebatarles el futuro”, explica. “La sensación de alivio que siento cada vez nace de saber que hemos logrado eliminar una más de esas fuentes potenciales de tragedia”.Tras retirarse de las Fuerzas Terrestres de Autodefensa de Japón (FTAJ) a la edad obligatoria de 55 años, Imai se unió al Servicio de Acción Antiminas de Japón (SAAJ), una organización sin ánimo de lucro, invitado por su antiguo oficial superior. “Tenía la idea vaga de que quería trabajar en el extranjero haciendo algo que beneficiase a los demás, y cuando oí hablar del SAAJ, donde iba a poder explotar los conocimientos de ingeniería civil y extracción de minas antipersonas que adquirí cuando estaba en las FTAJ, me apunté muy motivado”, cuenta. Solo cuatro días después de su jubilación llegó a Camboya, donde aún quedaban entre cuatro y seis millones de minas antipersonas enterradas tras la larga y amarga guerra civil. Se calcula que las minas se han cobrado unas 60.000 víctimas. Imai fue destinado a la provincia de Battambang, una de las regiones más afectadas por las minas.Imai se encarga de mejorar las capacidades de los miembros autóctonos del equipo de desminado. Sus funciones incluyen formar al equipo sobre cómo ejecutar todas las fases de la extracción manual, desde la detección hasta la detonación, así como enseñarles a utilizar los equipos de desminado. Él y su compañero ofrecen formación teórica y práctica a 60 miembros camboyanos del equipo. Es un trabajo arduo, realizado en un calor asfixiante y con el peligro amenazando en todo momento. Imai reconoce que a veces, en los campos de minas, el corazón se le para un instante. “No disponemos de equipos de desminado y ropa protectora del mismo nivel que los de Japón”, dice. “Así que soy todavía más riguroso al enseñar al personal a respetar las medidas de seguridad, incluyendo una preparación minuciosa y las técnicas de extracción adecuadas”.Al principio Imai y su compañero tuvieron problemas con la actitud relajada de los miembros camboyanos del equipo. Tendían a ser impuntuales y no guardaban los equipos tras su uso. Conscientes de que pequeños descuidos de ese estilo podían conllevar la negligencia de las medidas de seguridad, empezaron por enseñar al equipo a mantener el orden en los campos de minas. Ofrecer feedback positivo a los miembros del equipo fue un aspecto importante de la formación. Según explica Imai: “Por ejemplo, si los marcadores de minas o los bordes de los campos de minas formaban una línea recta, les decía ‘buen trabajo’. También ofrecía alabanzas como ‘llegas más temprano que ayer’. Da igual que seas camboyano que japonés: todas las personas responden al refuerzo positivo. Tras unas pocas semanas, los miembros del equipo mantenían sus zonas de trabajo ordenadas por iniciativa propia”.Hasta la fecha Imai ha supervisado la extracción de 300 minas sin un solo accidente. Se trata de un logro muy gratificante con el que han aumentado el número de caminos que la gente puede recorrer de forma segura, y es también un indicador de su éxito en la transmisión de las habilidades necesarias al equipo.Un trabajo que Imai recuerda con orgullo consistió en el desminado de un arrozal donde quedaban en pie dos palmeras. “La zona estaba plagada de minas y tardamos varios meses en limpiarla”, explica. “Al terminar, pusimos un camino nuevo e instalamos canales de riego. La zona se llenó de plantas de arroz. Un agricultor vino y me dijo ‘Gracias. Es la primera vez que cosechamos arroz aquí’, y me dio un poco de arroz. Me sentí muy conmovido”.Imai fue quien tuvo la idea de construir el camino de modo que pasara entre las dos palmeras. Es un camino largo, libre del terror de las minas antipersonas. Los adultos lo utilizan para ir a trabajar y los niños para ir a la escuela. Imai lo llama “el camino de la esperanza”.La construcción de caminos hacia un futuro mejor eliminando las minas antipersonas

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