Somos Tomodachi Primavera de 2015
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18Los cerezos de la ribera del Potomac, que entran en plena floración todos los años entre finales de marzo y comienzos de abril, son una de las estampas primaverales más representativas de Washington D.C. Los cerca de 4.000 cerezos son un tesoro que disfrutan tanto los lugareños como los visitantes. El National Cherry Blossom Festival, que se celebra desde 1927, congrega cada año bajo las floridas copas de estos árboles a más de millón y medio de personas. Es un evento social que une a todo el mundo, y el origen de esta “diplomacia de los cerezos” fue un japonés: Jo¯kichi Takamine.Takamine fue un biólogo conocido por ser el descubridor de la takadiastasa, una enzima que facilita la digestión, y de la hormona adrenalina. Takamine emigró a los Estados Unidos a los 36 años y hasta su muerte a los 68 continuó sus investigaciones en este país. Debido a sus numerosos logros, a menudo es mencionado como “el padre de la biotecnología moderna”. Los cerezos japoneses fueron llevados a Washington D.C. por primera vez hace más de 100 años. En 1909 la primera dama Helen Taft tuvo la idea de cubrir de cerezos la orilla del río Potomac. Takamine, entusiasmado por la idea, pidió la colaboración del alcalde de Tokio, Yukio Ozaki, para conseguir llevar los bellos cerezos, el símbolo de Japón, a los Estados Unidos. Al año siguiente, con la colaboración de la ciudad de Tokio y financiación salida del propio bolsillo de Takamine, unos 2.000 cerezos fueron donados a Washington D.C. Infortunadamente, sin embargo, poco antes de ser plantados, los arbolillos fueron sometidos a una cuarentena y se descubrió en ellos una plaga que obligó a quemarlos. Takamine no se resignó. Dos años después, en 1912, se agenció otros 6.000 cerezos que serían enviados a los Estados Unidos con éxito, de los cuales la mitad se entregaría a Washington D.C. Ellos fueron el origen de los actuales cerezos de Washington. Ha sobrevivido hasta nuestros días un centenar de aquellos cerezos, incluido el que plantó personalmente la primera dama Helen Taft. La vida media de un cerezo sakura se estima en unos 70 años, pero en Washington se los cuida con el mayor esmero bajo condiciones muy apropiadas para su conservación. Los cerezos de Takamine y sus descendientes han engalanado la orilla del Potomac durante un siglo o más. El director de cine japonés To¯ru Ichikawa, que ha rodado en Washington una película sobre Takamine, dijo: “Cuando se descubrió la plaga en los árboles donados, una parte de la prensa estadounidense hizo algunos comentarios hirientes, creando una situación complicada. Pero el lema de Takamine era ‘Try, try again!’ (‘¡Inténtalo, inténtalo otra vez!’). No se arredró ante los ataques y afrontó una vez más el desafío de traer más cerezos japoneses a los Estados Unidos. Fruto de su perseverancia, la amistad entre ambos países tiene en estos cerezos, admirados y queridos por los estadounidenses, el símbolo ideal. La ‘diplomacia de los cerezos’ ha rendido, pues, excelentes frutos”.La historia de la donación de estas flores tiene un segundo capítulo. En 1915, tres años después de que se introdujeran con éxito los árboles japoneses, el Gobierno de los Estados Unidos envió un regalo a la ciudad de Tokio: plantones y semillas de cornejo florido (Cornus florida), considerado un símbolo de Norteamérica. Fue la primera vez que esta especie fue plantada en Japón. Y al igual que los cerezos de Washington D.C., hoy siguen siendo tenidos en gran aprecio por muchas personas en Japón como un símbolo de la primavera.Cerezos que hacen florecer la amistad entre los Estados Unidos y Japón

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