Somos Tomodachi Primavera de 2015
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13hacerlo”, repitiéndose a sí mismo, “podemos hacerlo, podemos hacerlo” a medida que avanzaba hacia adelante. A través de ese poder para soñar, creo que Estados Unidos bajo JFK impulsó hacia adelante a un gran número de personas y naciones en todo el mundo. En 1963 Japón se convirtió en un miembro absoluto del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), y el siguiente año, en 1964, el país pasó a ser un miembro de pleno derecho del FMI y de la OCDE. Ese mismo año Tokio fue la anfitriona de las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial poco antes de que se celebrasen las Olimpiadas. Todas y cada una de estas cosas simbolizan el resurgimiento de la economía japonesa de la posguerra y el hecho de que Japón había decidido unirse al bando libre y democrático. Ninguno de estos logros habrían llegado a buen término sin el liderazgo de JFK, que conocía muy bien Japón. Esta es una realidad que somos propensos a olvidar. Aquí encontramos un legado de JFK que es importante para Japón en particular. Los Estados Unidos de JFK nos ofrecieron un apoyo que abarcaba todo a medida que trabajábamos para entrar en el círculo del mundo libre y desarrollado durante la preparación de las Olimpiadas de Tokio. Tras el liderazgo y el poder para soñar está la determinación para luchar y acabar con la discriminación. Ese es el tercer legado que nos dejó JFK. Este año se celebra el 60 aniversario del comienzo del boicot a los autobuses de Montgomery. Han pasado más de 50 años desde que el presidente Lyndon Johnson firmara la Ley de Derechos Civiles. Y justo en el momento entre estos dos hechos remarcables estaba JFK, quien dio la cara para eliminar la discriminación basada en el color de la piel. Estados Unidos estaba avanzando para solucionar injusticias flagrantes a través de los esfuerzos de sus propios ciudadanos, con personas luchando a menudo y sufriendo a veces. En el movimiento de los derechos civiles vimos a Estados Unidos lidiar con contradicciones. Estados Unidos no ejerció su liderazgo en todo el mundo simplemente a través de su poder para soñar. Creo que de igual modo fue realmente esa elegancia bajo presión, esa habilidad para reinventarse eliminando la discriminación, la que lideró el mundo. Considero que este es el liderazgo moral que solo los Estados Unidos de la posguerra fue capaz de hacer valer. Y creo sin reservas que esto sigue siendo necesario para el mundo. Cuando hablo de JFK, hay una escena que no puedo menos que mencionar, por muy triste que sea. Fue el día de prueba de una retransmisión de TV simultánea cruzando el Pacífico –la primera de la historia, como parte del periodo previo a las Olimpiadas de Tokio que se celebrarían al año siguiente. El nombre del satélite de radiodifusión que Estados Unidos había puesto en órbita era “Relay” (relevo). Muchos japoneses se reunieron frente a sus televisores, sabiendo que las escenas que estaban ocurriendo en ese mismo momento en los lejanos Estados Unidos, el mismo día a la misma hora, llegaban a través de las ondas a sus salas de estar. Y cuando encendieron sus televisores, con el corazón acelerado, preguntándose qué aparecería, eran imágenes de Dallas, en Texas, llegando a sus casas. Sí, se trata de esa triste escena. Y de hecho, embajadora Kennedy, ese horriblemente trágico suceso para su familia fue visto por el pueblo japonés –solo por los ciudadanos japoneses, en todo el mundo– en tiempo real, junto a ustedes, el pueblo de los Estados Unidos, y quedó marcado profundamente en nuestra memoria. Hay varias capas en la relación que une a un país con otro. Pero la capa más profunda, la que une los corazones, en la que compartimos entre nosotros nuestras alegrías y tristezas y donde nuestros sentimientos se oscurecen o brillan, es en efecto normalmente poco frecuente. En Asia, Estados Unidos forjó sin lugar a dudas esa relación excepcional aquí en Japón. Espero que tenga esto siempre en su mente. Mi intención es hacer que el futuro Japón sea un país donde podamos soñar juntos de la mano con muchas personas de China, de Corea del Sur, y del resto de Asia. Presidente Clinton, embajadora Kennedy, y distinguidos representantes de la Fundación de la Biblioteca John F. Kennedy, Japón está soñando ahora esa clase de sueño. Permítannos, tanto a Estados Unidos como a Japón, cultivar esa habilidad para soñar, así como reforzar nuestra determinación para acabar cada vez más con la discriminación y respetar los derechos humanos. Y en la era que viene, permítannos hacer del mundo un lugar mejor juntos, aunque sea paso a paso. Creo que ese es el camino para corresponder adecuadamente el legado que nos dejó JFK.

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