Somos Tomodachi Verano de 2016
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29Senderos antiguos que guían al escritor al Japón tradicionalCualquiera que escriba para ganarse la vida aprecia descubrir una historia que aún nadie ha contado. Japón, muy seguro, relativamente poco visitado pero fácilmente accesible, está repleto de esas historias.Hace veinticinco años experimenté una inesperada inmersión en la cultura japonesa de una forma que es poco probable que se repita. Anteriormente había trabajado en marketing para el Teatro Nacional de Londres, pero en aquel momento me habían contratado para captar vastas audiencias para los 350 actos culturales japoneses que iban a celebrarse en 200 lugares para el Festival Japón del Reino Unido de 1991. Fue un año frenético y estresante, pero me dejó con un afecto por la cultura japonesa que trasladé al periodismo, revisitando Japón en mis escritos para varios periódicos y revistas de distintas partes del mundo.En 2001 una invitación de Walk Japan, una firma de especialistas en senderismo cultural, para recorrer la antigua ruta de Nakasendo¯ desde Kioto hasta Edo (la actual Tokio) me dio a conocer un aspecto de Japón totalmente nuevo para mí.Los visitantes que se limitan a saltar de ciudad en ciudad en el tren bala ignoran que Japón parece hecho casi a propósito para el senderismo. Su campo volcánico ofrece escaladas amables que pasan por minúsculos templos y atraviesan municipios bien conservados con espléndidas vistas que siempre compensan el esfuerzo. Las aguas termales, ricas en minerales y calentadas geotérmicamente, hábilmente conducidas hasta los baños de los alojamientos, ofrecen el bálsamo perfecto para los dolores acumulados tras un día entero de caminata.Al principio el objetivo de unirme a un grupo para la ruta senderista fue calmar los nervios de algunos hostales tradicionales, que tienen que lidiar con extranjeros no familiarizados con los cambios de calzado requeridos, la etiqueta del baño compartido y la variedad de manjares raramente presentes en los restaurantes japoneses de otros países. Los guías de Walk Japan ofrecían la garantía de que el grupo acudía debidamente informado de las costumbres del lugar.Una caminata que hice recientemente por una de las rutas de peregrinaje de Kumano para visitar los tres grandes santuarios de la península de Kii me demostró cómo se han aliviado esos problemas. Pasamos las noches en hostales históricos sentados en suelo de tatami, vestidos con una bata yukata de algodón y una chaqueta haori —como hicieron otros viajeros durante siglos— y disfrutando de comidas que harían las delicias de un noble, no digamos ya de un humilde peregrino. Incluso en los pueblos más remotos, los hostaleros se mostraron hospitalarios y encantados de explicarnos sus especialidades locales.Las rutas, todavía muy desiertas, tenían nuevas señalizaciones en inglés, y los peregrinos japoneses con los que nos cruzamos ocasionalmente resultaban alentadores. Los turistas que bajaban del autobús para visitar los santuarios principales expresaban sorpresa y admiración al vernos surgir del bosque circundante después de llegar allí por el método tradicional.Los pesados ascensos por las colinas y por sus crestas bañadas por el sol convertían en una gran recompensa la llegada a las salas de cedro decoradas con oro de los santuarios. Nos acompañaba un practicante de shugendo¯ —una fusión de sintoísmo y budismo que adora las montañas— equipado con una caracola que hacía sonar para anunciar nuestras llegadas y partidas, como se habría hecho en las rutas de Kumano del siglo XVI. Por más variado y entretenido que sea el bullicio de las ciudades, el contacto con el Japón antiguo se establece en senderos silenciosos habitados por faisanes.Nunca rechazo una invitación para visitar Japón: todavía quedan muchísimas historias por contar.Ruta de peregrinaje de Kumano, en la península de Kii. (Fotografía de Peter Neville-Hadley)

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