Somos Tomodachi Invierno de 2015
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Persiguiendo sueños, construyendo puentesDe chiquillo, Abdelrahman Ahmed Shaalan admiraba a su padre, jugador de fútbol. Se aficionó al deporte gracias al apoyo de su padre y de su madre. Cuando vivía en Egipto jamás imaginó que viajaría a Japón para perseguir su sueño. Sin embargo, este joven oriundo de la ciudad egipcia de Mansoura se ha convertido en uno de los luchadores de sumo (rikishi) más conocidos de Japón.Su amor por los deportes —principalmente el culturismo— nació cuando Shaalan contaba con solo 11 años. Su padre le había enseñado a ser ambicioso y a dar lo mejor de sí. Un día a los 15 años llegó al gimnasio y se llevó una gran sorpresa: había gente practicando sumo. Fascinado por este deporte, decidió apuntarse a una de las clases de inmediato. Poco después se le retó a un combate contra otro luchador de sumo. Para su sorpresa, su contrincante, que era mucho más pequeño, le ganó. Ese día Shaalan perdió siete combates seguidos contra el mismo luchador.Tras esa experiencia, Shaalan se interesó por conocer los secretos de la fuerza de los luchadores de sumo. Se puso a entrenar de firme, a ver vídeos de sumo y a leer libros de cultura japonesa. Cuatro años más tarde, a los 19, se decidió a perseguir su sueño y voló a Japón para convertirse en rikishi.Shaalan entró a formar parte de un gimnasio de sumo y eligió como nombre de luchador O¯suna-arashi, que significa “gran tormenta de arena”. “La vida como luchador de sumo extranjero en Japón es gratificante pero exigente”, declaró en una ocasión. En primer lugar, recibe mucha presión por ser el primer rikishi procedente de África. Además, le tomó cierto tiempo acostumbrarse a la vida sacrificada y competitiva de los rikishi. Sin embargo, su tesón y el apoyo de sus entrenadores y compañeros de gimnasio le han permitido madurar como persona y como luchador de sumo.Una de las actividades favoritas de O¯suna-arashi es conocer gente y compartir su amor por el sumo. “En Japón hay una tradición por la cual los hombres creen que estrechar la mano de los luchadores de sumo trae buena salud”, comenta, y añade que participar en esta tradición le llena de orgullo.También ha aprendido las virtudes de la pureza, la humildad y el respeto. Antes de un combate, por ejemplo, los luchadores de sumo tiran sal al ring donde van a luchar (dohyo¯) como acto de purificación. Al finalizar un combate, el ganador y el perdedor se saludan con una reverencia en señal de respeto y humildad. “Estas son las virtudes que todos deberíamos aprender”, afirma O¯suna-arashi.En los tres años que lleva viviendo en Japón, el luchador también ha ampliado sus conocimientos sobre la cultura japonesa. La buena educación, la amabilidad y la consideración para con los demás son algunos de los rasgos que más aprecia de los japoneses. Además, el sumo le ha brindado un nuevo objetivo: el de convertirse en embajador cultural. “Cuando los jóvenes de África me vean practicando el sumo en Japón, sabrán que cualquier cosa es posible”, explica con orgullo.Este hombre apodado “gran tormenta de arena” está más centrado que nunca en lograr su sueño: “Mi sueño es llegar a ser yokozuna, que es el gran campeón”, declara. Mientras persigue este sueño, desea también hacer de puente entre África y Japón.©Jiji29

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