Somos Tomodachi Invierno de 2015
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18“Blancas arenas, verdes pinos” (hakusha-seisho¯) es una expresión poética en la que los japoneses condensan la belleza de las playas, belleza a la que han sido sensibles desde tiempos inmemoriales. A unos 120 kilómetros al norte de Kioto, en la costa del Mar del Japón, se encuentra la península de Tango, donde se hallan muchos parajes que harían exhalar a los japoneses la referida expresión. Uno de los más interesantes es la misteriosa playa de las “arenas cantarinas”.Al caminar por esta playa, la arena produce un agradable ruidillo. “Contiene mucho cuarzo. El ruido lo producen las vibraciones de los granos de cuarzo”, explica en la playa una guía turística, “pero las condiciones tienen que ser las adecuadas para que la arena suene”, añade.La condición más importante es la limpieza. La arena cantarina es muy delicada. Durante la temporada alta, cuando los bañistas saturan la playa, la arena no “canta” de forma tan vibrante. La causa es la grasa de los pies desnudos. Los vecinos del área luchan incansablemente para mantener limpia la playa y proteger así la vieja “voz” de esta arena.Residentes y autoridades locales trabajan juntos para proteger la playa de las “arenas cantarinas” y se han tomado varias medidas al respecto. Fue esta la primera playa del país cuyo uso fue limitado oficialmente a no fumadores (2001) y está prohibido elevar en ella construcciones como restaurantes, vestidores o casetas. Además, el ayuntamiento comenzó a cobrar por estacionar vehículos en los aparcamientos cercanos, y una parte de los ingresos se destina a cubrir los costes de limpieza. Cumplir las normas es, pues, una forma de proteger esta maravilla de la naturaleza.Desgraciadamente, sus esfuerzos se ven desbordados por las ingentes cantidades de basura que las aguas dejan varadas en esta delicada playa. Este rincón de la costa japonesa se ve inclementemente bombardeado por todo tipo de objetos, desde artículos de consumo en los hogares hasta televisores o frigoríficos. En algunos casos, llegan también a la otrora prístina playa peligrosos materiales procedentes de hospitales, como jeringuillas, bolsas de suero intravenoso y otros materiales de desecho. Alguien podría imaginar que es la gente de la zona quien arroja estos materiales, pero en realidad muchos de ellos cruzan el mar desde los países vecinos, como China y Corea del Sur, transportados por los vientos del Oeste, dominantes en el Mar del Japón, y las corrientes marinas que fluyen por las costas japonesas y llegan hasta esta playa. En cierta ocasión los residentes planearon organizar una “carrera descalza” en una playa de la zona, pero finalmente se decidió que los participantes deberían ir calzados, ante el temor a que las jeringuillas y otras basuras peligrosas causasen algún accidente. Algunos de los desperdicios llegados de los países vecinos pueden verse en un museo local. Muchos niños visitan el museo y miran consternados los objetos expuestos, preguntándose por qué la gente tendrá que ensuciar de esta forma una playa tan maravillosa.“Pero un día ocurrió”, explica uno de los vecinos que participa en las actividades de limpieza, “que un extranjero residente en Japón vio a los vecinos recogiendo basura en la playa y quedó impresionado ante las cantidades de objetos, como recipientes de polietileno y botellas de plástico, que llegaban a la playa procedentes de su país. Desde entonces, todos los años viene a la zona para ayudar en las tareas de limpieza. Hay personas que se dedican a ensuciar y otras que se dedican a ayudar a limpiar lo ensuciado. Cada vez más gente se da cuenta de que es un problema global, que supera las fronteras nacionales”.Luchando contra la basura en la playa de las “arenas cantarinas”

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